lunes, 30 de enero de 2012

La Máscara de Ateca. (y 3)


Continúa Jesús describiéndonos el momento de la subida al cerro del día de San Blas:

 “... cuando la procesión llega a la ermita, la Máscara dice el dicho, que tiene dos versiones:

La primera dice:

Glorioso San Blas bendito
viñas de Las Ballesteras,
cuídame de las pedradas
que van a la carretera.
Estos niños inocentes
que no me dejan parar,
unos me dicen cobarde,
otros que me han de matar.
Pero he de subir al cerro
Por delante o por detrás.
¡Viva San Blas bendito
y la Virgen de las Candelas!

y la segunda:

Glorioso San Blas bendito,
que naciste en Sebaste
y a esta villa de Ateca
viniste a empadronarte.
El día tres de febrero
se celebra la fiesta,
con música, estandarte,
gigantes y cabezudos
y la Máscara va delante.
Estos niños inocentes
que no me dejan parar,
unos me dicen cobarde,
otros que me han de matar.
Yo, al cerro he de subir
por delante o por detrás.

Cambia la cobertera por otra más grande y, protegiéndose con ella, comienza la subida al cerro.


Y una vez bajado del cerro dice al santo:

Glorioso San Blas bendito
he cumplido mi misión.
Ahora vamos a la iglesia
a cumplir con devoción.”

            Así termina la actuación de La Máscara hasta el año siguiente.

            Es necesario recordar que Francisco J. Martínez García publicó un trabajo titulado “El culto a San Blas y La Máscara de Ateca”, publicado por el Centro de Estudios Bilbilitanos, en el que además de hablarnos de La Máscara, hace historia de la fiesta de San Blas, una descripción de la ermita y habla con José María Garza y José María Peña, dos memorables máscaras que representaron su papel durante muchos años.

            También hay un vídeo realizado por Eugenio Monesma que desconocemos si está a la venta.


Desde NATURATECA ¡Buenas fiestas a todas y todos! Y recordar que, como dice Francisco Martínez, la Máscara es un juego de niños y son ellos y sólo ellos los que deben tirar manzanas desde el cerro.


(Todas las fotografías son de Francisco Pérez Inogés)

sábado, 28 de enero de 2012

Artes populares: el cañizo en Ateca.

Muchas personas nos preguntan sobre el ejemplar número 1 de los libros que editamos desde Naturateca. Este número, que nació en 1992 está agotado. A la espera de la posible reedición en algún momento, iremos colocando en este blog algunos de los artículos que aparecían en esta publicación.

Comenzamos con un interesante trabajo sobre los cañizos en Ateca. Esperamos que os guste:






ARTES POPULARES. EL CAÑIZO EN ATECA.

El cañizo es una estructura hecha de caña tejida de 2x1m., que se empleaba en la construcción, protección de planteros, para dar sombra, etc.

La materia prima y única son las cañas. Estas se siembran en las orillas de los ríos, acequias y en ribazos de fincas a modo de seto y con el fin de sujetar la tierra ya que tiene fuerte raigada. Estas cañas, para que no degeneren han de cortarse cada año en invierno, después de los primeros hielos, para que estén más duras y sean más provechosas en la elaboración de cañizos y objetos de cestería. El cañicero concertaba el precio del cañar con su dueño y procedía a la corta de las cañas.

Esta se hacía con tijeras de podar o con podotas, y era rápida, pues se hacía a tajo parejo, siendo todas las cañas aprovechables. El corte de una caña debe ser oblicuo para que no se casque y no ofrezca tanta resistencia.

Una vez cortado el cañar se seleccionaba la caña haciendo fajos según el grosor, trasladándose éstos al lugar de almacenaje; si éste era al aire libre, los fajos se colocaban pingados para que, en caso de lluvia, el agua escurriese por las hojas.

El material se trababa en verde, y si se secaba había que humedecerlo. El primer paso consistía en rajar la caña con el rajador. Este era un instrumento de madera de carrasca, que es muy dura, que podía dividir la caña en tres varillas. Si la caña era muy gruesa se usaba otro rajador que la dividía en cuatro. Nuestro entrevistado prefería fabricárselos él mismo porque los de la ferretería eran muy pesados.

El rajado lo hacía partiendo del extremo delgado de la caña hacia el grueso, requiriendo mucha habilidad para terminar la caña completa. Las varillas resultantes se limpiaban de hojas con una hoz o con un simple palo. Según las necesidades, podían dejarse con las hojas.

Sobre un bastidor de madera con cinco agujeros alargados, equidistantes uno de otro, se colocaban las “maestras” en los extremos del mismo; éstas son las dos cañas más gruesas del cañizo y que en la parte superior están unidas por la “guía” (caña o palo que marca la anchura del cañizo para evitar que convergieran durante el tejido, retirándose luego). El armazón formado por el bastidor, las maestras y la guía se apoyaba sobre la pared, colocándose en cada uno de los agujeros del bastidor seis o siete cañas más finas (las que no se podían rajar para varilla) y que constituyen los pilares del cañizo.

Con las varillas anteriormente limpias se comenzaba a tejer el cañizo por el centro, calculando siempre al empezar con una varilla, que el primer trozo de ésta llegue de lado a lado del cañizo, e introduciéndola  por entre los pilares uno sin otro, doblando el resto de varilla sobre las maestras, y tejiendo siempre hacia arriba cuantas veces sea posible hacer una pasada completa. Durante el tejido del cañizo ha de procurarse que no haya nudos en la vuelta sobre la maestra, pues se partiría la varilla, así como tejer siempre hacia el interior de la misma pues ocurriría lo mismo.

Una vez llegado el tejido a la parte superior se vuelve el cañizo y se sigue tejiendo igualmente. Concluido el trabajo, nuestro cañicero Manuel Palacín, y como innovación propia, lo aseguraba cosiendo las últimas ocho o diez varillas; luego se cortaban las partes sobrantes en los laterales con las tijeras de podar.

La importancia de este trabajo venía dada por su aplicación básica en albañilería, suelos, chimeneas, aleros, tabiques, etc. Otros usos de la caña y en elaboración parecida, eran las persianas, techos de carro, cielos rasos y cestería. Era un trabajo familiar a lo largo de todo el año, almacenándose durante el invierno para su venta en verano. Este oficio solía transmitirse de padres a hijos, habiendo desaparecido totalmente en Ateca debido a la introducción de nuevos sistemas y materiales en la construcción.

** Este trabajo es un resumen de otro más amplio realizado a partir de una conversación que mantuvimos con Manuel y las demostraciones que éste nos hizo. El cuestionario lo elaboramos siguiendo las pautas del aparecido en la publicación “Introducción al folklore aragonés I” de D. Antonio Beltrán Martínez.

Agradecemos a Manuel Palacín su ayuda y colaboración.

NATURATECA.

Naturateca, Ejemplar n. 1. Julio de 1992

lunes, 23 de enero de 2012

LOS ÁRBOLES DE NUESTROS PUEBLOS Y CIUDADES. 2

En la presentación de la conferencia sobre arbolado urbano que organizó el Ayuntamiento de Calatayud,  os hablé de los beneficios y de la importancia que los árboles tienen en la calidad de vida en ciudades y pueblos.    Pero para que estas circunstancias se cumplan es algo obvio que primero debe haber presencia de árboles y después que estos reciban el cuidado y mantenimiento  adecuado.

Esta vez me gustaría comentaros algunos conceptos básicos sobre el arbolado urbano y el tema de las podas.

Para muchos de nosotros, provenientes del medio rural, las técnicas empleadas en el cultivo de árboles frutales o forestales, sirvieron de modelo para la poda de los árboles ornamentales y esto fue un grave error, pues esas actuaciones no son extrapolables al arbolado urbano.

Los árboles frutales son podados para obtener la máxima producción de fruta con un mínimo trabajo. Así no queremos que el  volumen de copa sea muy amplio porque eso dificultaría la recolección, no dejamos demasiadas yemas florales porque entonces la fruta sería pequeña y de mala calidad, etc.  En la poda forestal se busca un aprovechamiento óptimo de la producción de madera, ejemplo de ello son las choperas de nuestras vegas o antiguamente los chopos cabeceros que se desmochaban en un ciclo de 5 o 6 años para conseguir vigas para la construcción o madera para cocinar y calentarse.


Ninguna hoja es inútil.  Durante los fuertes calores, las hojas del exterior de la copa, para luchar contra la evapotranspiración, cierran sus estomas.  Las del interior, donde hace más fresco, pueden continuar alimentando al árbol.


La poda del arbolado urbano, en cambio, persigue fines totalmente distintos.

¿Qué buscamos cuando podamos un árbol ornamental?

  1. La salud, vigor y resistencia estructural del árbol,
  2. La seguridad de las personas y cosas entorno a ese árbol.
  3. La estética y su belleza de porte.
  4. Las necesidades prácticas.
SALUD:   Por lo que se refiere a su propia salud, los árboles tienen poca o ninguna necesidad de ser podados.  Han desarrollado a lo largo de millones de años un eficaz sistema de protección que un podador puede destruir en pocos minutos. 

Excepto algunos casos particulares, ningún corte hace bien al árbol y si no hay un motivo fundado para podar un árbol es mejor no hacerle heridas.

Lo ideal sería dejar el árbol después de la poda con el aspecto de no haber sido podado nunca.  Qué esta no se notase.

SEGURIDAD: La pudrición de la madera de los árboles se inicia siempre en una herida, en un lugar donde la madera queda sin la protección de la corteza sana.  Y la poda, exige que se causen heridas.

Si la herida es pequeña, el árbol es capaz de cerrar el área infectada  construyendo barreras naturales, tanto externas como internas que aíslan la zona que se está empezando a pudrir.  De este modo se controla la pudrición.  Pero si la herida es muy grande, esta compartimentación resulta más difícil  y la pudrición se extenderá afectando a todo el tronco.

Los brotes que surgen tras una poda severa son debilitantes para el árbol, además de tener un peor anclaje que las ramas primarias.

Todo ello provoca un árbol frágil, débil frente a las enfermedades  y peligroso en caso de tormentas, nevadas o fuertes vientos.

Ahora bien, un árbol con buena salud, incluso de gran tamaño, no pierde fácilmente sus ramas y es capaz de resistir muchos de los caprichos del clima.

ESTETICA: Un árbol podado de tal manera que conserve su estructura y aspectos naturales será generalmente  más sano, más fuerte y más agradable para el observador que uno podado drásticamente.

NECESIDADES PRÁCTICAS: En algunas ocasiones no nos queda más remedio que podar.  En el entorno urbano hay circunstancias que nos impiden seguir de cerca la forma natural de crecimiento de un árbol.

Árboles heredados con graves problemas de pudriciones, proximidad de edificios, el tráfico, árboles plantados en aceras muy estrechas, próximos a conducciones eléctricas, daños en raíces, etc. Nos obligan a tomar medidas que tenemos que procurar sean siempre lo más limitadas posibles.


¿Que se pretende con este tipo de poda?  Desconocemos las razones que llevaron a ella, pero si los árboles estaban en mal estado, ¿por qué conservarlos?  Ahora sí que corren el riesgo de llegar a ser peligrosos, los brotes que surjan estarán débilmente anclados, y los procesos de degradación de la madera por  hongos conducirán a debilitar las ramas,  troncos y  raíces. Hemos creado un problema donde no lo había.

Si estamos de acuerdo en los beneficios que la presencia de árboles reporta en nuestro pueblo debemos abandonar los automatismos en materia de poda y aprender a contemplar los árboles con una mirada nueva.
En próximas comunicaciones trataré de sintetizar los conocimientos que actualmente se tienen sobre el arbolado urbano y su biología.
J.F.
 
Para saber más:
"Poda de árboles ornamentales", de Kenneth W. Allen
"La poda de los árboles ornamentales, del porque al cómo".  Chistophe Drénou

viernes, 20 de enero de 2012

La Máscara de Ateca. (2)

"El origen y significado de La Máscara es muy oscuro. Francisco Ortega en su Reseña Histórica de la Villa de Ateca (1942) opina que data del siglo XVII asemejándose al Mogigón, Carigato o Cipotegato de otros lugares, y discrepa de aquellos que opinan se trata de un anuncio del Carnaval o de los que dicen que se estableció con objeto de ridiculizar a los condes o señores.”

            Tras describir la postura política de la villa de Ateca durante los siglos XIX y XX, necesario para entender su hipótesis sobre el origen de La Máscara, Jesús Blasco continúa:

            “Conocida a través de todo lo expuesto la postura de Ateca y sus vecinos ante la situación política que España vivió a lo largo del siglo XIX, y comparando todo este proceso con el desarrollo del tradicional folklore de La Máscara, se vislumbra un paralelismo entre ambos de manera que ésta simbolizaría a la monarquía mientras que los vecinos representarían al pueblo dividido en dos bandos: los adeptos que acogen y obsequien en sus casas y los desafectos a la monarquía que le persiguen y apedrean.
            Dos citas encontradas en los archivos municipales apoyan esta teoría: la primera es un acuerdo del Ayuntamiento en pleno periodo constitucional (1821) por el que se amonesta al maestro ‘por es escandaloso atentado cometido vistiéndose con el disfraz de Máscara durante los dos días de Carnestolendas”; l segunda cita, por el contrario, es de 1878, reinando Alfonso XII, y es una autorización del uso del disfraz de máscara, sin careta, durante los Carnavales. Por estas citas parece claro que los motivos que el Ayuntamiento liberal tenía para sentirse tan ofendido eran puramente políticos, y el uso de tal disfraz (seguramente por un realista) en un momento político en que los liberales habían doblegado a Fernando VII, debió parecerles una burla a las nuevas instituciones.
            El hecho de que el Ayuntamiento autorizara el disfraz de Máscara (una autorización muy acorde con los gobiernos conservadores en cuanto al uso de careta) recién restaurada la Monarquía implica dos cosas: por una parte, que es una figura consentida (por no decir adepta) en el régimen y, por otra, que durante la 1ª República, como pasara durante el Trienio Liberal, tampoco se permitió su uso.
            Queda la duda si la Máscara era exclusivamente de los Carnavales o en tales ocasiones se utilizaba su disfraz como imitación de la, digamos, oficial. De tratarse del primer caso, habría que pensar, independientemente de su ancestral origen, que tal como hoy conocemos esta curiosa tradición no comenzaría a desarrollarse hasta después de la Restauración. Ello explicaría que Madoz no la mencionara en su Diccionario Geográfico de mediados del s. XIX y sí se ocupara, en cambio de la Momia y de la Muerte, conceptuándolas de famosas, y justificaría la carencia de menciones en los archivos municipales.
            Tras este análisis y admitiendo, pues, el simbolismo político de La Máscara sólo resta comparar su actuación durante las fiestas con las vicisitudes que el pueblo español atravesó durante el pasado siglo:
            La salida del día dos de febrero representaría el paso del ejército que va a restaurar la monarquía absoluta, en este caso los Cien Mil Hijos de San Luis, identificando el pueblo a La Máscara con el Duque de Angulema. De ahí se justifica que se le diga despectivamente Angulema como responsable de todos los males sobrevenidos en la ominosa década siguiente.
            La entrada a las casas y los obsequios que recibe de los adeptos (realistas), no sería otra cosa sino el aprovisionamiento (bastimento) y alojamiento que las tropas recibían por los lugares por donde pasaban; por el contario, los desafectos (liberales) le imputan todos los robos y atropellos habidos en el pueblo, conducta muy propia de las tropas en campaña. La Máscara pone suavemente la cobertera sobre la cabeza de los primeros en señal de amparo, y golpea a los segundos.
            La salida de la noche y salto de la hoguera bien puede significar un acto de purificación como es costumbre en otros lugares, o bien un Juicio de dios pasando la prueba del fuego para demostrar la pureza de sus intenciones y que el poder divino está con ella.


La salida del día tres acompañando a la procesión, expresaría la unión pueblo-monarquía-iglesia dirigiéndose solemnemente al pie del cerro que está ocupado por los liberales. Es el momento en que La Máscara invoca a San Blas haciendo voto de ‘subir al cerro por delante o por detrás’, es decir, cueste lo que cueste.
            Una vez arriba los revolucionarios le hacen un corro y se mofan de ella recordándole con una canción la derrota del puente de Alcolea.
            La expulsión de los chicos del cerro en desbandada, supondría el triunfo definitivo y restauración de la Monarquía. A partir de ahí acompañan amigablemente a La Máscara, con la procesión y la indulgencia de todos.
            Para más abundancia podríamos añadir que el hecho de que La Máscara lleve armas (espada y rodela) y no cualquier otro objeto contundente recuerda a los espadones que se alternaron en distintos Gobiernos.”

            Posteriormente y en otra publicación[1], Jesús Blasco, añade algunos detalles más sobre la fiesta:
           
“... Entre los insultos que recibe, destaca por su originalidad el de angulema (en realidad le dicen engulema, por deformación)[2], que hace referencia al Duque de Angulema como responsable de la situación de represión que vivió el pueblo tras el trienio constitucional. Otros insultos son: mascaruta, robachorizos, robajamones, robatocinos, zorra, tu mujer está con el cura y cualquier improperio que pueda ofender al personaje y provocar su ira para que les persiga. Además, le achacan cualquier robo o daño ocurrido a lo largo del año en el pueblo. Es costumbre que, cuando entra en alguna casa, como tarde en aparecer, los chicos se impacientan y atan por fuera la puerta para que no pueda salir, obligándose con ello a quedar dentro prisionera o a saltar por ventanas o surgir por puertas falsas, cogiendo a los sitiadores por sorpresa.
            A las nueve de la noche se quema la hoguera en la plaza de España, con degustación de dulces y moscatel. La Máscara sale por segunda vez. Cuando la gran pira casi se ha consumido, la Máscara, tras invocar a San Blas, salta las brasas y es aclamada por el público asistente. Luego se forma un corro alrededor de la hoguera y se le canta la canción del Puente de Alcolea.”

            En esta ocasión Jesús ha cambiado ligeramente la letra de la canción: en lugar de caer el puchero por un varazo, lo es por un balazo, y al pasar el río no es “de mi tío Antón” sino “a mi tío Antón”, que parece más correcto.
(Continuará)

[1] Jesús Blasco en “Cultura popular de la Comunidad de Calatayud” de José Ángel Urzay Barrios.
CEB. 2006. ISBN 84-7820-863-1
[2] El paréntesis es nuestro.

miércoles, 18 de enero de 2012

XXII Concurso Fotográfico Villa de Ateca 2011 : el fallo

El pasado día 14 a las 19:30 se efectuó la votación para la elección de las fotos ganadoras del XXII Concurso Fotográfico “Villa de Ateca “ 2011, el jurado, compuesto por tres miembros, efectuó una primera selección de 13 obras eligiendo entre ellas a las tres fotos ganadoras.
Recayendo la elección en la siguientes:

PRIMER PREMIO
"Sigue adelante"
Diego Carmona Rioja

SEGUNDO PREMIO
"Rozando el cielo"
Vicente Crespo Andrés

TERCER PREMIO
"Titulo 2"
Begoña Pérez Blasco




Nuevamente hemos batido marcas, el año pasado tuvimos una participación altísima con 61 obras, este año se ha vuelto a superar con 75 fotografías presentadas.
Parte del Jurado examinado la obras presentadas

No solamente hemos tenido cantidad si no también calidad (se nota el curso impartido por Fernando el año pasado), acercaros hasta el Centro Polivalente a ver la exposición, que ya está montada, y lo comprobareis.

Montaje de la exposición
La entrega de premios se efectuará el sábado día 4/02/12 a las 19:00 en el Centro Polivalente

Quiero expresar mis felicitaciones a los ganadores y agradecer a todos vuestra participación.

¡Os espero en la próxima convocatoria!

viernes, 13 de enero de 2012

El historiador atecano Francisco Martínez García presenta nuevo libro.




El pasado día dos de enero se presentó en Ateca el último trabajo de Francisco Martínez García. El nuevo libro de este autor ha sido publicado por la Institución Fernando El Católico en su colección Cuadernos de Aragón.

"Ateca entre 1800 y 1975" es el título de esta obra destinada a convertirse en referencia en su materia.

Las palabras del autor en la introducción no dejan lugar a dudas:

"Les aseguro que mientras elaboraba los textos mi conciencia - y a veces mi estómago - se iban removiendo, y  lo que iba descubriendo calaba en mi estado de ánimo de manera evidente. Eso es exactamente lo que deseo, que la lectura les atrape, les conmueva o les divierta, que analicen lo escrito pero que no juzguen, que aprendan del pasado para no repetir los errores en el futuro, que reparen en la dureza de otros tiempos, que se familiaricen con los personajes y, en definitiva, que gocen viajando hacia tiempos pretéritos para así entender mejor el Ateca que hemos heredado, con sus virtudes y sus defectos, pero con la autenticidad que le da el ser fruto de la participación de unos habitantes que vivieron los tiempos que les correspondió vivir y nos legaron un municipio lleno de vida para disfrute nuestro."

Por consiguiente, los atecanos y todas aquellas personas interesadas por la historia pueden sentirse orgullosos de contar con este libro que pone de manifiesto un periodo apasionante de la historia de este pueblo.

Para todas aquellas personas que todavía no hayan podido adquirirlo, recordamos que pueden comprarlo en los puntos de venta habituales: estancos de la localidad. Si alguna persona no puede contactar con dichos puntos de venta, ponemos a su disposición el correo electrónico de este blog: asoc.naturateca@gmail.com para que contacten con nosotros y hacerles saber la forma de conseguirlo.

Enhorabuena Francisco y.... GRACIAS.

lunes, 9 de enero de 2012

La Máscara de Ateca. (1)

Todos los años durante los días 2 y 3 de febrero, con la celebración de la festividad de San Blas, La Máscara recorre las calles de nuestro pueblo.
            Para hablar de ella extractaremos lo escrito por Jesús Blasco[1] que, además de detallar los actos de la Fiesta, aventura una hipótesis sobre el origen de La Máscara:

“Es La Máscara, como todos conocemos, un hombre vestido o disfrazado a guisa de bufón que los días de la Virgen de las Candelas y San Blas sale para divertimento de chicos y espectáculo de mayores, con un indefinido sabor de fiesta y tradición en el que se mezcla lo religioso con lo profano.
            Va vestida La Máscara con un ligero traje compuesto de chaqueta, pantalón y gorro, todo en color rojo y amarillo en rayas verticales. Tanto el faldón, de la chaqueta, esclavina, mangas, perneras y gorro terminan en picos en cuyo extremo tintinean diminutos cascabeles. Una espada y una cobertera, a manera de rodela, completan su indumentaria.
            Sale por primera vez el día dos de febrero, día de la Candelaria, a las doce del mediodía, y recorre el pueblo perseguido por la chiquillería. Llama en las casas donde se le obsequia con dulces, licor, tabaco o dinero y, al despedirse, pone suave y amistosamente su cobertera sobre la cabeza de todos y cada uno de los miembros de la familia. Lo mismo hará en la calle con las personas que, permaneciendo indiferentes o como meros espectadores, no se muestran enemigos.
            No ocurre así con sus perseguidores (hoy chicos, pero a decir de los más viejos antes la encorrían hombres hechos y derechos) que la hacen blanco de los insultos más soeces y le achacan todos los desmanes acaecidos durante el año en el pueblo. A la vez, intentan despojarle de los cascabeles que luego lucirán como trofeo, provocando en La Máscara una ira fingida. En ese momento golpea la cobertera con la espada, señal inequívoca de ataque, y persigue a los ofensores hasta darles alcance y golpearles en la cabeza de forma no tan cariñosa como antes se ha dicho.
            Por supuesto que no hay brutalidad en estos actos, y cualquier daño que pudiera producirse sería como mero accidente, aunque sí hay que decir que más de uno que ha pasado de la broma y el juego a la ofensa mal intencionada, ha tenido tenido que cruzar el río si ha querido librarse de un buen chichón. ...
            La segunda salida la hace el mismo día al anochecer y, a excepción de las visitas domiciliarias, se repite lo mismo de la mañana.


Tras recorrer las calles, acude a la plaza del Ayuntamiento donde se ha encendido una gran hoguera en honor a la Virgen de las Candelas, que deberá saltar desafiando las llamas.


El día tres, festividad de San Blas, Patrono de la Villa, se lleva la imagen del santo en procesión desde la Parroquia a su ermita, precediendo La Máscara la comitiva. Por su parte, los chicos han tomado posesión del cerro que hay a espaldas de la ermita y allí esperan con gran provisión de manzanas o naranjas (en otros tiempos, piedras), que arrojarán a La Máscara en un intento de impedir que ésta alcance la cima.

Llegada la procesión a la puerta de la ermita, recita La Máscara el siguiente dicho en presencia del santo:

Glorioso San Blas bendito
que naciste en Tagaste
y a esta villa de Ateca
viniste a empadronarte:
unos me llaman cobarde,
otros me van a matar;
pero he de subir al cerro,
por delante o por detrás.

Concluido el desafío inicia el ascenso al monte entre la lluvia de proyectiles, sin otra protección que su rodela.


Alcanzada la cumbre, los chavales forman cogidos de la mano un corro alrededor de nuestro personaje coreando esta canción:

En el puente de Alcolea
había un puchero roto;
le pegamos un varazo
y cayó del puente abajo.
Al pasar el río,
al pasar el río,
de mi tío Antón,
le llegaba el agua,
le llegaba el agua
hasta el calzón.

            En un momento determinado golpea la cobertera y persigue a los muchachos hasta expulsarlos del cerro.
            Todos abajo, regresa la procesión con lo que concluye la actuación de la Máscara.






[1] Jesús Blasco Sánchez “Ateca Retazos Históricos” 2001. ISBN 84-930635-9-2

miércoles, 4 de enero de 2012

Mariposas de Ateca.



La fotografía corresponde a la mariposa Papilio machaon, conocida como Macaón, mariposa rey o mariposa cola de golondrina. Puede alcanzar una envergadura de hasta 76 mm. Está hecha en el pinar del Barranco del Azud.

Vuela en dos generaciones: abril-mayo y julio-agosto. Puede realizar largos vuelos migratorios o de dispersión.

La oruga se alimenta principalmente de hojas de umbelíferas como la zanahoria o el hinojo, pero también de ruda.

J. Martín