Ateca y la Máscara
Este fin de semana en Ateca
entonaremos todos juntos la canción del Puente de Alcolea:
“En el Puente de Alcolea, había
un puchero roto, le pegaron un balazo y cayó del puente abajo.
Al pasar el río, al pasar el río a mi tío
Antón le llegaba el agua hasta el calzón. “
Pero quizás pocos sepamos por
donde iba y que hacía nuestro tío Antón cuando cruzaba el río. Queremos reproducir un artículo que hemos
extraído del Blog "El ojo del tuerto", y
que nos puede ayudar a situar la canción.
Lugares con Historia (I): El puente
de Alcolea
Ni qué decir tiene que en la
España decimonónica los caminos eran muy precarios. España se vertebraba a
través de los caminos reales. En la Andalucía occidental, el camino real bajaba
desde Despeñaperros a Bailén y de allí a Córdoba y Sevilla. En la actualidad,
gran parte de ese recorrido se encuentra bajo la carretera N-IV. Los antiguos
puentes sobre el Guadalquivir, como éste que presentamos de Alcolea, han
quedado relegados de las vías principales, si bien la pericia y estilo de los maestros
constructores de tiempos pretéritos a veces aún saca los colores a los modernos
arquitectos y sus funcionales estructuras de hormigón.
El puente de Alcolea, mandado
construir por Carlos III y terminado en 1792 era un punto estratégico en las
comunicaciones andaluzas, ya que su plataforma sobre el río abría la puerta de
la ciudad de Córdoba. Seguro que cuando fue construido, nadie pensó que se
convertiría en escenario de dos batallas históricas, de cuyo resultado iba a
depender el destino del país.
El siete de junio de 1808, tan
sólo unos años después de la construcción de este puente y con la sangre de los
amotinados madrileños todavía caliente, las fuerzas del general Dupont fueron
rechazadas en el puente de Alcolea por los voluntarios al mando de Pedro de
Echávarri. Se podría decir que esta primera batalla fue poco importante, pero
en realidad impidió a Dupont entrar en Córdoba y hacerse fuerte allí, por lo
que el ejército francés tuvo que retirarse hacia la ciudad jienense de Bailén,
donde se encontrarían con el ejército español del general Castaños y con un
terrible destino. En una futura entrada ya contaré la ignominiosa historia de
los supervivientes franceses de la batalla de Bailén y las atrocidades que con
ellos se cometieron para vergüenza de todo el país y escándalo de Europa.
Aunque al final Napoleón se hizo con la práctica totalidad de la Península
Ibérica, Bailén marcó un hito, al convertirse en la primera derrota estrepitosa
de un ejército francés en las Guerras Napoleónicas.
Pero aún más importante que esta
batalla de la Guerra de la Independencia podría ser la batalla que tuvo lugar
también aquí mismo el 28 de septiembre de 1868. En esta ocasión, y ya como
secular tradición iniciada en 1833, serían españoles contra españoles los que se
enfrentarían sobre este puente.
El reinado de Isabel II se había
distinguido por la penuria económica y la pérdida de influencia exterior. Para
colmo, los moderados llevaban veinte años atrincherados en el poder, marginando
a los liberales y fomentando la aparición de grupos más radicales como los
republicanos. En 1868 el descontento se materializó en un nuevo
pronunciamiento. De nuevo la rebelión liberal nacía en Cádiz.
Mientras las fuerzas rebeldes
ascendían por el camino de Madrid, los leales a Isabel, comandados por Manuel
Pavía, marqués de Novalinches, descendían al encuentro de los insurrectos al
mando del general Serrano. Ambas fuerzas se encontraron en el puente de
Alcolea, y los revolucionarios asestaron un duro golpe a las fuerzas realistas,
sufriendo estos unas pérdidas tan severas que hubieron de retirarse a toda
prisa hacia el norte. Cuando la reina supo de la debacle de Alcolea, tomó las
de Villadiego y no detuvo su carroza hasta llegar a París. España tenía por
delante un sexenio revolucionario, el breve reinado de Amadeo de Saboya y la
efímera Primera República.
Y todos estos acontecimientos se
decidieron en la batalla del puente de Alcolea, este viejo y sólido puente que
aún resiste el paso del tiempo para seguir contándonos su historia.
Autor: Manuel Romero/RBolance)